¿Existe un cielo o un infierno?, ¿se construye o se llega allí?, el tiempo de parar un poco y meditar puede llevar a esas preguntas pero el aroma de un buen café caliente me recuerda que estamos aquí y ahora y lo único que se puede hacer es hacer las cosas mejor que lo que las hemos hecho hasta ahora, y que al momento de partir el camino esta hecho por los pasos que ya dimos ... pero en ni momento de meditación mi café me llena de energía para seguir adelante y creer que si el cielo existe huele a grano recién tostado y que si hay un infierno seguramente es un lugar de tristeza infinita donde se pueda encontrar un solo grano de café.
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Mateo 5:13-16,
Muchas lecciones pueden contener diferentes lecturas y la parte citada es una de ellas, no entrare a opinar sobre el hecho de que Jesús supiera o no de química, pero sin duda está mostrando algo interesante: Si somos la sal, somos el resultado de la unión de dos elementos imperfectos, nocivos, tóxicos, pero con características únicas y muy útiles en diferentes campos pero no para ser consumido por el ser humano.
En realidad cuando nacemos somos perfectos, material puro que no se ha contaminado con la toxicidad de los elementos que nos crearon, pero al estar en su contacto constante se adquieren sus niveles de toxicidad, y nos convertimos en Sodio o Cloro, y nos volvemos no aptos para consumo, llevamos nuestra toxicidad adquirida a otro ser y lo contaminamos, lo trasmutamos o con ese ser creamos nuevos elementos puros.
Al adquirir conciencia de esa capacidad de envenenar es nuestra obligación buscar limpiar nuestro ser y así ayudar a limpiar a limpiar a los seres que fueron contaminados en alguna medida por nosotros.
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El maestro dice que si dejamos de ser ese elemento puro, ¿para que servimos?, si dejamos de ser no tendremos propósito, utilidad, y entonces no tendremos lugar.
No envenenar-se, amar-se, perdonar-se, no culpar-se, no olvidar-se ... recordar que somos el reflejo del otro, y esas cosas que amamos o nos molestan del otro son en realidad las cosas que amamos o que nos molestan de nosotros mismos.
Una pausa, otro sorbo, mirar el horizonte y seguir.